sábado, 11 de agosto de 2012






  Hay circunstancias en que los hombres sienten el alborear de una nueva poética. Esa poética tiene las trazas de algo sustantivo, que no se devela en un primer escrutinio, sino que requiere una inquisición y una apelación a lo esencial. Las artes nos han mostrado desde tiempo ha una desintegración y un deslavazamiento de sus bases, producto, de un lado, de su desproporcionado y frenético afán de innovación y de otro, del usufructuo que han hecho de su destrucción el comercio y los medios de información.

  Entonces no podemos tolerar, si queremos de algún modo reconocer el valor de las artes, a ninguna de los elementos que la han enviado a la huesa: el interés proficuo no podría sernos más refractario en cualquiera de sus variantes, pero sobre todo, en una primera línea, el que está volcado al trapaceo con el valor de las artes. Ya sabemos que las obras artísticas tienen un axis irrestricto que no puede comerciarse en el mercado.  Contravenir Esto, si bien no deprecia aquel valor indestructible, confunde y corrompe la vida de los hombres.

  Se supone que cuando las expresiones artísticas se vuelven un fin de lucro pierden al mismo tiempo toda su originalidad y esplendor, al punto que parece que el lucro y el valor estético se excluyen mutuamente sin que puedan mezclarse en ninguna ocasión. Ya sucedió algo así con el portabotellas de Duchamp y pasa lo mismo cada vez que la excentricidad y rebeillon del artista son disueltas en el cieno de la sociedad cultural, y así la innovación parece revertida hacia la parálisis.

  El arte es el sueño de la cultura: sin ella, el triunfo del orden cerril sería incuestionable. Y ese sueño frecuentemente se refiere a una nueva organización de la realidad: es notable que tengamos la capacidad de pensar que las cosas podrían ser de otro modo: el poeta confía en que esa capacidad conjetural y regulativa le ha sido infusa, y llega a sostener que un hálito divino le transmite las formas de la auténtica realidad.

  La Nueva poética es un arma. Es una cultura de la misma forma en que el hacha de pedernal lo fue para el hombre paleolítico: cultura como resistencia. Lo que debe resistirse ahora es, no sólo la mercantilización y banalización del arte, también cualquier forma de apego al bajo mundo, el interés mezquino, la modernización  y el adelanto hiperbólico de la técnica, que disuaden a los hombres de la apreciación de la verdadera esencia y los lanzan a una obscenidad de la exhibición sin sentido, a una exagerada estandarización de los sentimientos.

  Se observará que repudiamos mucho y que hacemos definiciones por la negativa: es que como ha dicho Blanshard, “pensar en algo es pensar en sus relaciones esenciales”. Por lo que según parece, no podemos pensar la Nueva Poética sin sopesar sus relaciones con la economía del mercado, la política, la violencia institucional y la sociedad occidental con sus modales y formas de ser.


  La poesía inspirada en el Humanismo ha dado réditos en el pasado, pero ahora se sabe que sus premisas han sido socavadas duramente. Por eso no somos dueños de creer que el poeta es un sujeto de poesía y que su búsqueda ha de dirigirse al hallazgo de una sola voz. Ya podemos suponer que el que escribe poesía es el brazo de una multiplicidad de voces, que no se identifican, sino que luchan agonalmente por la aparición.

  La poesía consta de palabras, pero es, en efecto, algo más que ellas. Y ese algo más sólo puede provenir de un lugar trascendente. Esto se puede admitir, pero no que un hombre pueda tener comunicación con lo trascendente  través de una expresión unívoca. Cada uno es asaltado por una miríada de voces: la poesía no las muestra tal como son, pero las expresa en una forma ordenada y plástica. La que consiga esta expresión subvirtiendo al mínimo su inefabilidad original, será sin duda la poesía más alta. 

3 comentarios:

  1. Muy buen artículo Juan, yo creo que hay dos tipos de poesías en la actualidad. Una es la que más conocemos, la más "poética", donde hay un trabajo totalmente noble, y otra es la poesía que tiene un tono desenfadado, despreocupado, que viene (creo yo) de ciertos autores norteamericanos, pero que sin embargo es tan difícil de construir como la primera. No sé, son impresiones mías, de un aficionado.

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  2. Siempre que dejo un comentario me da la sensación de haber dicho cualquier guasada.

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  3. no, es cierto! acaso poesia tributaria de w.c. williams. dificil de componer y apreciar, pero buena.

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