martes, 4 de marzo de 2014











¿Qué pasa que ya no dejo sombra


ni gotas de amor en la espesura


y me he vuelto invisible


para el sol y la luna?


Desconfío de la penumbra


en el golpeteo de los viajes,


del fuego arrobador de la madera nueva,


de los candiles en la noche.


Algo en mis ojos se revierte


y se vuelve desierto


innumerable, y polvo que vuela


en remolinos.


Es como un sueño que despierta,


como el margay que trastabilla en la rama


y se hunde


y va hacia el cielo negro como un mar de tierra


y viene hacia mi con la tibieza del barco encallado


y el reboso del agua salada


que borda su paño.

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