¿Qué pasa
que ya no dejo sombra
ni gotas de
amor en la espesura
y me he
vuelto invisible
para el sol
y la luna?
Desconfío
de la penumbra
en el
golpeteo de los viajes,
del fuego
arrobador de la madera nueva,
de los
candiles en la noche.
Algo en mis
ojos se revierte
y se vuelve
desierto
innumerable,
y polvo que vuela
en
remolinos.
Es como un
sueño que despierta,
como el
margay que trastabilla en la rama
y se hunde
y va hacia
el cielo negro como un mar de tierra
y viene
hacia mi con la tibieza del barco encallado
y el reboso
del agua salada
que borda
su paño.
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