Veo tu cara en sueños:
una nariz de espolón a proa,
unos labios de arena.
Siento que mi pecho
va y viene con el llanto de las cuerdas
mientras el suelo sepulta la vanidad del tiempo
y guarda de él unas herrumbres podridas.
Ese batir de alas y palabras
y páginas que se pierden en la noche,
en las cuencas de los faraones
que entre bálsamos y trapos ancestrales
dibujaron la historia,
es viento que sopla
el sílice que vuela en tu boca.
Es tu aliento que barre
el pesado atardecer del desierto
en que los perros aúllan aterrados,
y el corazón se escurre entre las manos.
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