ICARDI ES UN DIOS.
Icardi es un dios. Es un apotegma que me acompaña desde hace algunos días, que me repito a mí mismo con insistencia, y que he tratado de fundamentar.
Icari es un dios como Zeus, en el sentido en que, así como Zeus no es capaz de seducir por sí mismo y debe disfrazarse de toro, o de cisne, para concretar sus intenciones venéreas, Icardi hace las veces de mejor amigo, o de tipo que se está separando, de enamorado compungido, de lo que haga falta. Es un dios inscrito en una trama mítica burda, en la medida en que los demás le creen o fingen creerle a pesar de sus melifluas y poco inspiradas declaraciones, a pesar de su tono empalagosamente hipócrita, le creen a sabiendas del engaño, como quien se entrega a una fatalidad infausta y sin sentido.
Icardi es un dios como Zeus porque es cobarde, y no sólo eso, requiere que haya una figura femenina que lo amoneste por su cobardía: un dios infantil que busca el límite exterior. Por eso busca tener a su lado una mujer inteligente, despótica, filosa y abnegada ante sus infidelidades.
Icardi es extremadamente apolíneo: un dios hermoso, un dios de la luz, del orden y la proporción. Incluso los tatuajes, que a veces suponen algún tipo de disrupción y de incomodidad sensorial, se inscriben en su cuerpo de acuerdo a un orden y significación meticulosa, tienen un fin ornamental y pedagógico: son como un fresco en el muro impoluto de su cuerpo.
El carácter apolíneo de Icardi se refleja en su forma de estar en el campo de juego. No desentona, tiene todos los modismos de un número nueve sin demasiadas condiciones técnicas. No entra mucho en juego, es un goleador raso y discreto. Icardi no da rienda suelta a su creatividad porque no se permite exteriorizar el trasfondo dionisíaco, porque no tiene vocación de contravenir el orden. Su afán de conservación se evidencia en sus ropas tradicionales, su afición al fuego y al hogar, su confesión de ser "muy a la antigua".
Pero si Icardi es un dios, ¿Por qué no colma las expectativas de nadie? En este punto es donde quisiera relacionarlo con Schelling. Para cuando tenía la edad de Icardi, Schelling ya había diseñado tres sistemas filosóficos: Icardi todavía ninguno, aunque no soy de los que creen invariablemente en las virtudes de la precocidad. Es probable que Schelling hubiese jugado al fútbol mejor que Icardi, si lo hubiese intentado. Hay quienes dicen que el fútbol surgió en los colegios ingleses del siglo XIX, pero yo sé que hay testimonios de que se jugaba al fútbol o algo parecido desde el renacimiento.
El punto es que una de las ideas de Schelling que más me ha impresionado es la de una divinidad que comienza siendo más bien imperfecta, y que se va perfeccionando en el decurso de la historia. Icardi es decepcionante porque es la transición hacia una configuración final que será indudablemente más perfecta: lo cual es razonable si se tiene en cuenta su punto de partida y su corta edad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario